Hace ya casi dos meses que volvimos de Oporto. Casi dos meses intentando pasar por aquí, porque si algo me impulsa a tener este blog y darle pequeñas bocanadas de aire es las ganas de compartir sitios y lugares, que a veces muy cerca, son maravillosos.
Podría encontrar mil razones por las que enamorarme de esta ciudad portuguesa, pero me quedo con 5 que seguro que muchos de sus pretendientes compartimos.
1. En Oporto, como pasa con el buen vino, todo mejora con la edad. Sus empinadas calles, sus mil y un azulejos y su aspecto "viejo" hacen de ella una ciudad única y especial. No busques lo moderno, disfruta de sus tejados rojos y sus casas apretadas. Nada como pasear y dejarse llevar por el romanticismo que se respira al caminar por sus adoquines.
2. Algunos de sus edificios más normales son los más maravillosos. Además de la Catedral o la Torre de los Jerónimos, la estación de San Bento, aún en uso, es uno de sus mayores tesoros. ¡Más de 20.000 azulejos adornan su entrada! También los mercados, como el del Bolhao, merecen una visita. Para curiosos como yo, imprescindible visitar la Librería Lello, famosa por su antigüedad y por salir en una de las películas de Harry Potter :)
3. Ver los atardeceres desde la Ribera del Duero o sentarte a comer o cenar en una de sus terrazas es uno de los mayores placeres que ofrece la ciudad. Las vistas desde el Puente de Don Luis I también son un must, sobre todo en un día despejado cuando el sol refleja en el agua del río, ¡todo un espectáculo!
4. Aprovechar el atardecer en la Ribera del Duero para visitar alguna de las múltiples bodegas de Oporto y hacer una pequeña cata de sus variedades blancas, rosados, Tawny y Rubí. Nosotros escogimos Sandeman, pero la mayor parte de ellas ofrece también visita y degustación. Tampoco puedes irte sin probar una
francesinha, un mega sándwich típico portuense no apto para dietas: pan, múltiples carnes y embutidos, huevos y queso todo regado por una contundente salsa.
5. Dejarte llevar por la magia de la ciudad, sus empinadas y estrechas calles y sus balcones llenos de flores. Comprar cerámica portuguesa y descubrir sus tiendas de antigüedades. Relajarte y aprovechar la falta de cobertura para desconectar al 100%, ¡una escapada perfecta!